sábado, 9 de marzo de 2013

Ömer Hayyam

 
Me despedí el martes del pequeño piso de la calle Pürtelas, del tranquilo barrio de Cihangir, de la tiendecita donde se juntaban todos los dueños y trabajadores de las tiendas de alrededor, de la frutería de enfrente. Subir la terrible cuesta ya no será parte de la rutina.

Cargados con más maletas y mochilas de lo que en un principio imaginé, mis amigos y yo parecíamos recién llegados a la ciudad. Rumbo a Tarlabaşı. Bienvanida a Ömer Hayyam sokak.

De repente, todo se tornó calor familiar. Los planes surgen de imprevisto en este nuevo hogar. Siempre hay algo que hacer. Çiğköfte desde el parque de Tophane.

Las vistas desde el tejado de uno de los talleres de las calles de detrás del Bazar de las Especias. Pagar una lira por persona al abuelillo que se encarga de abrir la puerta (tan antigua que podría ser otomana), no es nada comparado con lo que se observa desde allí.




















Era miércoles a la mañana siguiente y nos levantamos con el olor a crêpes que Louic había preparado por el cumpleaños de Clémond. Azúcar y limón. Buenos días.





Y el tiempo pasa entre fiestas de cumpleaños y conciertos en Kooperatif.



Tarde de viernes con Malte, Oğulcan y Nazlı. No son más que sonrisas, lugares de Estambul que nunca conocería si no fuera por ellos. Chocolatería escondida en una de las transversales de Istiklal Caddesi. "Oh la la Beátrice". Si tuvieras que imaginar un café mientras escuchas "La vie en rose", sería ese.



Iyi günler.




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