martes, 25 de diciembre de 2012

Diferencia horaria

Cruzar el cielo con visión panorámica. Cuando el sol se iba poniendo en Portugal y las luces anaranjadas bañaban el Oeste, ya no había luz en Turquía, la noche se posaba sobre el Este. Y desde el asiento número doce del avión, me despedía de mi rutina observando el espectáculo a cientos de metros del suelo.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Galata Kulesi


El vendededor de pájaros mecánicos de la torre de Galata tiene un país propio.
Su país está en una montaña donde no había nada. Él llegó y plantó su bandera.
No hay personas, sólo viven él y los animales.
Hay pocos edificios. Hay una escuela en la que no hay alumnos aunque él es el profesor; además, hay un hospital.
Hay monos y burros. El medio de transporte es el helicóptero y lo conduce un chimpancé.
También hay un loro, que es hacker.

Ahora el vendedor de pájaros mecánicos no está en su país porque está cumpliendo condena aquí.
En su país cuando haces algo malo te envían a la Tierra como castigo.
Él pisó la cola de un gatito y un jurado concluyó que debía pasar un tiempo fuera.
Cuando sea el momento de volver, vendrá el chimpancé del helicóptero para llevarlo de vuelta.




Entonces Germán y yo nos despedimos del vendedor, huyendo del increíble frío de la ciudad.
Lo habíamos conocido cuando hacía volar uno de sus pájaros y este quedó enganchado entre las ramas de un árbol. "No problem", nos dijo. Y ni corto ni perezoso trepó al árbol y movió las ramas. 


domingo, 9 de diciembre de 2012

martes, 4 de diciembre de 2012

C'est la vie!


Llevaba yo dos meses aquí y habían desaparecido. Pero algo sucedió aquel domingo, que despertaron de repente y explotaron a la vez, llenando los días de color.

Casualidades, las llaman y quizá casualidades sean.

Si Mahoma no va a la montaña, la montaña viene a Mahoma.
Y Mahoma es Estambul y la montaña es la ciudad de la Alhambra. Y cuando Granada ha aparecido todo a vuelto a ser mágico. O puede que, de nuevo, lo que ha venido no sea más que casualidad...

Esperaba yo, de vuelta del mercado carrito en mano, la llamada de Nazlı para ir a practicar malabares; cuando pasó delante de mí un chico, cargado con bolsas seña inconfundible de Tarlabaşı. Me miró, le miré y ambos sonreimos. Se fue y me dejó una agradable sensación de humanidad ahuyentando las caras grises que pueblan la gran ciudad.

Tras ese bello momento, descubrí el Kabile. El lugar de los malabaristas y del circo. Ejercicio, color, sonrisas y tesón. Práctica, práctica. Dividir el cerebro y realizar movimientos que hasta entonces no sabía que podía conseguir. Cariocas, pois, cariocas.

Cayó la tarde del domingo con un mensaje, en el que Alicia me decía que la esperara el martes, que venía a Constantinopla. ¿Recuerdan el pasado Mayo? En el que yo me moría por ir al Womad y a punto estuvimos de no poder, pero David lo solucionó todo y todo fue mágico y perfecto. ¿Recuerdan la furgoneta roja y vieja de Luis? Alicia, y no otra, también iba en esa furgo. Y, sin saberlo, ambas íbamos a estar el año que viene en el Este de Europa; ella en Sofía y yo en Estambul.

Tras ese mensaje, recibí un evento: "Gelecek cuma Codo Coderson Karakedi'de".
El Karakedi es un lugar al que vamos frecuentemente, tan frecuentemente que casi es nuestro salón.
La música, el buen cine y la gente de corazón se juntan en el pequeño bar de la calle Bekar.
Pues justo en ese bar, y no en otro (de los miles que hay en este ciudad), venía a tocar Codo.
Codo es músico y es persona, de esas que te llenan de felicidad y bienestar. A él lo conocí en Graná, en el Astral. Junto al calor del fuego de una noche de Mayo o de Junio, y en los días posteriores que allí pasé. Y fue a él, y no a otra de las increíbles personas que allí había, al que regalé un pequeño broche de madera con forma de flauta. Pero todo eso se terminó y cada mochuelo voló a su nido con el viento del verano.
Y ahora, aquí, en Estambul, en el bar al que siempre vamos, venía a tocar Codo.

Al mismo tiempo, Alicia había conocido a dos violinistas francesas que iban viajando en busca del folklore de los pueblos por los que pasaban. Ellas también venían a Estambul para después marchar a la India.
Béatrice y Sophie. Aire fresco y buenos recuerdos que ahora afloraban. Las tres dormirían en el piso que habito y compartirían los mejores desayunos que aquí se han visto.

Miércoles noche, noche de música. Otro concierto en el Karakedi, música fusión de España y Grecia. Más gente de la que podía esperarse en el pequeño bar. Mucho baile, mucha energía. Alicia, Béatrice, Sophie y yo. Y Joey también.

Joey. Yo no sabía quién era pero lo reconocí rápidamente cuando vino hacia mí con la misma sonrisa que el domingo anterior. Allí estaba él, hablándome porque también se acordaba de mí.
Me contó que esa mañana un pájaro le había cagado en la cabeza y que su compañero turco le había dicho que comprara un billete de lotería, que eso era señal de buena suerte. Esa misma noche se había encontrado una lira en su jarra de cerveza y, por eso, decidió animarse a ir a un concierto de música griega y española.

Y allí estábamos todos, cada uno con su historia, juntos todos; coincidiendo en un momento de nuestras vidas, en el mismo lugar.
(Para más inri, Alicia había estado charlando con el músico que tocaba el trombón dos años antes en el Ortigueira y sin saberlo ambos estaban en el mismo sitio ese día; pero esa es otra historia).

Lo que quiera que sean esas coincidencias... hicieron de esta semana pasada una de las mejores en esta ciudad. Y ahora vuelvo a creer... creer.


Au revoir!